Volvemos a verlo en un ejemplo práctico:
⇒ El protagonista del ejemplo anterior, Jorge, acaba de cambiar de trabajo y necesita urgentemente comprar un coche para llegar a la oficina, que está lejos de su casa. Pero sólo tiene 4.000 euros en el banco. ¿Le impedirá esto a Jorge aceptar su nuevo puesto de trabajo? No. En primer lugar, porque cualquier entidad financiera que estudie el riesgo de concederle un préstamo, se dará cuenta de la solvencia que le proporciona su riqueza. Jorge puede alquilar su piso céntrico y obtener una buena renta, mientras él se va a vivir a un apartamento en alquiler.
Con todos esos ingresos, la cuenta de dinero efectivo de Jorge se incrementará y podrá pagar la letra de su nuevo coche (o incluso amortizar el préstamo si lo desea) en pocos meses.
⇒ Por el contrario, Paula decide lanzarse a emprender e invierte 60.000 euros en crear una Todo parece marchar correctamente, cuando de repente, cuando aún no ha empezado a facturar, recibe una multa por infracción grave. La multa asciende a 100.000 €. Paula sólo posee 20.000 € en el banco y la posibilidad de capitalizar otros 20.000€ de su plan de pensiones. Por lo tanto, tiene un problema financiero.
Pero, además, las propiedades inmobiliarias de Paula se reducen a la casa de su pueblo, que está tasada en 50.000 € y cuyo alquiler no le reportaría más que 450 € al mes. Por tanto, el problema de Paula no es de carácter temporal: Paula tiene un problema económico.