Consumo Inteligente
Cambio de hora en marzo de 2024. ¿Será el último?
Este marzo, volverán a ocurrir dos cosas. La primera, que en la madrugada del sábado 30 al domingo 31 de marzo, a las tres serán las dos. Es decir, toca cambiar la hora. Una tradición anual que data de 1974 y se cumple rigurosamente, con el objetivo, dicen, de ahorrar energía.
La segunda cosa que ocurrirá será que volveremos a hablar de poner fin a esta costumbre. Algo de lo que se viene hablando seriamente desde 2019, pero que no acaba de suceder. A pesar de ello, la Unión Europea insiste en que mantener a los países en su hora natural, sin cambios, es más beneficioso.
Pero, ¿realmente lo es? Y, si lo es, ¿por qué llevamos tantas décadas aplicando el cambio de hora? ¿Por qué no se suprime definitivamente? Contestamos a estas preguntas en el siguiente artículo.
¿Desde cuándo se aplica el cambio de hora?
Los orígenes se remontan muy atrás en el tiempo. Los egipcios ajustaban su actividad al ciclo solar. Y Benjamin Franklin, padre fundador de los Estados Unidos, ya defendía esta práctica.
Fue la llegada del ferrocarril, de las telecomunicaciones y de las fábricas con sus turnos lo que obligó a la sociedad a empezar a regirse por un horario preciso. El primer intelectual que defendió los reajustes de hora según estación fue William Willett en 1907, en una publicación titulada “El derroche de luz diurna”. Después, durante la Primera Guerra Mundial, los aliados de Alemania se sumaron a la aplicación del horario de invierno para intentar ahorrar carbón.
Pero el cambio de hora que hoy nos afecta no se fijó hasta la década de 1970. Vino motivado también por otro conflicto internacional: la crisis del petróleo. Primero se adoptó en EEUU, donde se pretendía ahorrar en carburante.
En España fue implantado en 1974. Y hasta hoy, sigue vigente.
¿El cambio de hora ahorra verdaderamente energía?
Esta pregunta es motivo de controversia desde la implantación del cambio horario. Hay detractores y defensores debido a la falta de una respuesta científica basada en la evidencia.
Los más optimistas hablan de un ahorro potencial del 5% en el caso de España aplicando el cambio de hora. Una cifra que, en su mayoría, provendría de ahorro en los hogares (unos 6 euros por hogar).
Pero ante la falta de evidencia científica, las sociedades se guían por la opinión de organismos como el Instituto para la Diversificación y el Ahorro de la Energía (IDAE) que el IDAE cita un reciente informe realizado por Sven Schulze según el cual «si bien los cambios estacionales de hora pueden producir ahorros, estos son marginales y no hay certeza de que se obtengan en todos los Estados miembros. Frente a los que obtienen ahorros, están los países pueden ver verse afectados por un aumento el consumo de energía».
Así que no parece justificado que nos hagan pasar por el lío de cambiar la hora para conseguir un ahorro energético.
¿Es verdad que cambiar de hora tiene efectos negativos?
Algunas opiniones afirman que ajustar nuestra vida a horarios de invierno y de verano no sólo no consigue ahorrar energía, sino que además tiene consecuencias negativas en cuestiones relacionadas con la productividad, la seguridad vial, la salud, la armonización de horarios, etc.
Pero tranquilidad. Lo cierto es que no hay informes oficiales o estudios que acrediten que pasar a horario de invierno tenga un impacto negativo. Lo peor que se puede decir es que altera levemente las rutinas de las personas con patologías, los bebés y los animales. Sus efectos no son más graves que los de un jet lag y se solucionan por sí solos en pocos días.
Así que el cambio de hora no es perjudicial… pero tampoco puede afirmarse que tenga beneficios probados.
¿Será 2023 el último año con horario de invierno?
En 2019 el Parlamento Europeo votó suprimir los horarios de invierno y de verano, dando por buena la opinión de expertos que recomendaban mantener a cada país en su huso horario natural. Si embargo, esto nunca termina por suceder. De hecho, el BOE del 11 de marzo 2022 ya publicó las fechas de cada cambio horario hasta 2026.
Esta indecisión tiene que ver con varios factores, uno de los cuales es, cómo no, la pandemia. Cuando se aprobó poner fin al cambio, en 2019, se hizo, según la Comisión de Ministros de Transporte y Turismo del Parlamento Europeo, de forma algo prematura, por lo que decidió aplazarse hasta 2021. Para ese año, cada Estado debía haber decidido en qué franja le convenía más establecerse. Después llegaron los confinamientos y las administraciones alegaron que no habían tenido tiempo suficiente para estudiar el asunto. De modo que ha quedado aparcado.
¿Y con qué horario se va a quedar España?
Tampoco se sabe. Tras la votación de la Comisión Europea, el Gobierno español creó un comité de expertos encargado de elaborar un informe que ayudase a tomar la decisión.
Pero decidan lo que decidan nuestros legisladores, no va a poder evitar la polémica. Una encuesta del CIS revela que una gran mayoría de los ciudadanos españoles prefieren vivir en nuestro horario de verano (GMT+2), mientras los expertos recomiendan el de inverno (GMT+1) por ser el más próximo al horario solar.
En cualquier caso, teniendo en cuenta que el asunto se encuentra en dique seco y que parece que no va a resolverse hasta, al menos, 2026, este debate queda también aplazado.
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