Consumo Inteligente
Semana laboral de cuatro días: ¿utopía o realidad?
Durante estos meses comenzará el gran ensayo general de la semana laboral de cuatro días en nuestro país. Tras unos años a prueba en algunos países europeos, con efectos positivos, el Ministerio de Industria pondrá en marcha un proyecto piloto para evaluar sus efectos. De momento, ya podemos tomar nota de lo que ha pasado con experiencias precursoras.
¿Qué se dice de la semana laboral de cuatro días?
Quienes defienden la semana laboral de cuatro días reivindican una mayor eficiencia laboral. Ya que nuestro país es uno de los que más horas presenciales consume sin traducirse en una mayor productividad.
Entre las ventajas de esta reducción se encuentra, según diversos estudios, el aumento de la productividad, una mayor motivación de los trabajadores, más facilidades para conciliar la vida familiar y un mayor compromiso con la empresa. Aunque la semana de cinco días ‘comprimida’ en cuatro puede generar también efectos contrarios: una mayor presión al aumentar la intensidad de trabajo y con ello, un mayor estrés.
Ahora bien, ¿las empresas serán capaces de alcanzar sus objetivos y rentabilidad con la implantación de una jornada laboral de 4 días? ¿Los trabajadores aceptarán trabajar menos días, pero a un ritmo más duro? ¿Qué está sucediendo en las empresas que ya han implantado estas políticas?
Cómo está funcionando la semana laboral de cuatro días
A lo largo de este año, el proyecto piloto del Ministerio de Industria prevé involucrar a 150 empresas. Aún están por cerrarse los trámites para ponerlo en marcha. Sin embargo, sí podemos observar lo que se ha logrado en iniciativas previas de empresas de distintos sectores, como las de tecnología. Sus promotores han confirmado que en muchos casos el absentismo no justificado se ha reducido considerablemente, lo que daría ya una muestra de los beneficios de esta alternativa.
Una de las primeras empresas en probarlo fue Delsol, dedicada al software y soluciones informáticas. El balance es positivo: según su directora de recursos humanos, se ha conseguido mejorar el clima laboral, la satisfacción de los clientes y la facturación ha crecido en un 20%, todo ello sin sobrecargar al trabajador.
Otro caso es el de Telefónica, que ha estado realizando tests internos con grupos reducidos de trabajadores desde octubre de 2021. Los resultados también han sido satisfactorios. La empresa ha ofrecido a 18.000 neuvos trabajadores la posibilidad de acogerse a este régimen, eso sí, con una reducción de sueldo.
También podemos encontrar experiencias positivas en empresas de sectores dependientes de la plantilla presencial, por ejemplo la hostelería, tal y como demuestra el caso del grupo La Francachela; en sus restaurantes han logrado repartir la carga de trabajo con turnos de cuatro días a la semana, logrando una mayor productividad y satisfacción en sus trabajadores, sin renunciar a la calidad del servicio.
Fase de transición
Los impulsores del proyecto en nuestro país creen que, tras una fase de transición, la semana de cuatro días se convertirá en algo tan asimilado por todos como lo es hoy la jornada de ocho horas (frente a las diez o doce que se trabajaban antes).
Esa fase de aclimatación, sin carácter obligatorio, contará con ayudas públicas que costearían los gastos derivados, ya que se entiende que, en una primera etapa, hasta que los procesos se automaticen, puede darse una merma de la productividad, con la consiguiente muesca en la cuenta de resultados.
Para animar a las empresas a lanzarse a esta nueva organización laboral, el Ministerio de Industria ha creado un programa de incentivos de 50 millones de euros, cuya fuente será el Plan de Recuperación, Transformacion y Resiliencia.
Experiencias en otros países
También podemos fijarnos en los resultados globales de países europeos que llevan tiempo con este modelo implantado.
Como éxito sin contestaciones siempre se menciona el ejemplo de Islandia. Desde 2015 se comenzó a reducir la semana laboral hasta llegar a las 35 horas, sin tocar el salario de los trabajadores. La productividad se mantuvo o incluso mejoró en la mayor parte de los lugares de trabajo.
También en Bélgica se ha decidido optar por este modelo. Pero en este caso, la iniciativa esconde un pero. Y es que se reducirán los días, pero no las horas, lo que podría implicar trabajar diez horas cada jornada. O sea, las clásicas cuarenta horas semanales, repartidas en cuatro días.
En Reino Unido, la Trade Union Congress (TUC) puso en marcha una iniciativa experimental en junio de 2022, en la que colaboran setenta compañías británicas de distintos sectores, desde banca hasta hostelería. Se reducirá la semana laboral a cuatro días sin merma de salario por un período de seis meses, tras lo cual se evaluarán los resultados.
También en economías de fuera de la Unión Europea, como Nueva Zelanda o Japón, hay empresas que ya aplican la esta semana laboral, a pesar de que no siempre es algo aceptado por empleados, acostumbrados a hacer del trabajo su ‘modus vivendi’.
Son tímidas aproximaciones, aunque la medida genera cada vez de más popularidad entre distintos sectores de la sociedad.
Ventajas de la semana de cuatro días
Como se ha ido demostrando en estas experiencias, la motivación de los trabajadores, el aumento en la productividad y la mejora en las condiciones de conciliación familiar y laboral son las ventajas más destacadas por los defensores de esta medida.
También, el de la retención (y captación) de talento, ya que los trabajadores más reconocidos y apreciados valorarían como un logro la adopción de esta medida.
Además, las empresas que la adoptasen gozarían de un cierto prestigio asociado a una idea de innovación y eficiencia, además del compromiso con la felicidad de sus trabajadores, algo cada vez más valorado en el ecosistema empresarial.
E inconvenientes
También hemos visto: se puede dar el caso de que se reduzcan los días de la semana laboral, pero no las horas. En este caso, las 40 horas se comprimirían en cuatro días con jornadas de más de diez horas, como ocurre en Bélgica. Esto reduciría la calidad de vida durante toda la semana, tanto en los días de actividad como en los de descanso.
Si la reducción de días supone una reducción de sueldo, esta medida se convertiría en un regalo envenenado.
Por último, algunas voces dudan del supuesto aumento de la productividad como consecuencia de la mayor motivación.
De momento, la experiencia en algunos países, como Suecia, ha demostrado que su viabilidad económica es complicada sin apoyos estatales de gran calado.
Postura del Gobierno
Siempre se ha considerado que el plan para reducir la semana a cuatro días —y por tanto, de 40 a 32 horas— es tan atractivo sobre el papel como difícil de llevar a la práctica. De ahí que, pese al entusiasmo de sindicatos como UGT, a los gobiernos les haya costado sacar la medida adelante.
La iniciativa había quedado aparcada tras la tramitación de los últimos Presupuestos Generales del Estado. Y solo ha resucitado gracias al Real Decreto Ley que regula la gestión de los famosos fondos europeos (de donde van a salir, como hemos dicho, los cincuenta millones para estimular a las empresas a asumir este modelo).
En conclusión, nos encontramos ahora en una fase clave: la de probar, ver y decidir. Si la productividad se mantiene y se demuestra que la semana laboral de cuatro días tiene más beneficios que costes, los empresarios, que han sido tradicionalmente los mayores opositores, serán los primeros en fomentarla. Ojalá sirva para crear una sociedad más equitativa y con una conciliación más sencilla.
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