Admitámoslo: en la cultura del emprendimiento la gente se viene arriba con demasiada facilidad. Muchas voces influyentes dicen que montar una empresa es un camino de rosas, y que hasta el fracaso es una experiencia divertidísima.
Cuando uno emprende, se da cuenta de que no es oro todo lo que reluce. No es completamente cierto que el empresario primerizo disponga de su propio tiempo a su antojo, ni que sea verdaderamente su propio jefe, ni que esté cambiando el mundo, ni que las derrotas se curen con un poco de agua oxigenada y tiritas… Pero tampoco es completamente falso.
Montar una empresa es muy recomendable, sobre todo, para aquellos que consideran que la experiencia será parte del resultado. Y siempre merecerá la pena, por motivos como los siguientes: